A pesar de su ejemplar concepción comercial, Crepúsculo, la adaptación del primer volumen de la exitosa saga vampírica de Stephenie Meyer, diluye la épica romántica, se resiente en su ritmo narrativo y se deja llevar por el amaneramiento.
Crepúsculo ha sido una espléndida operación de industria: tomando una base literaria con diecisiete millones de libros despachados en 37 países, los productores delegaron la versión cinematográfica a un nombre curtido en cine independiente, Catherine Hardwicke.
Ella, a pesar del notable cambio de registró, confeccionó, con Romeo y Julieta de Shakespeare como referente, lo que puede considerarse una ganga: 30 millones de dólares y actores desconocidos para un éxito de taquilla garantizado.
Así, 70 millones de dólares de recaudación en sólo tres días en Estados Unidos -se estrenó el pasado viernes- quitan toda sombra de fiasco a esta película en la que, no obstante, hay muchos aspectos que dejan bastante que desear aun dentro de sus muy concretas pretensiones.
Lejos del sentido de lo adulto por el que apostó Neil Jordan en Entrevista con el Vampiro (1994) basándose en el libro de Anne Rice, la directora de A los Trece (2003) ahora se centra en los que tienen esa edad, año arriba, año abajo. Un público al que, visto lo visto, no considera muy exigente.
Crepúsculo se desarma por su ausencia de hilo conductor o, más bien, por la debilidad del mismo. A ello hay que sumar el poco carisma de su pareja protagonista, formada por Kristen Stewart y Robert Pattinson, cuyas poses de misterio romántico rozan la caricatura.
Así, ese amor que ha enganchado a millones de adolescentes a lo largo de cuatro volúmenes, el que "sufren" Bella y Edward, carece de la pulsión que deberían otorgar sus planteamientos objetivos. Los que establecen la lucha entre la naturaleza devoradora del vampiro y la generosidad proverbial del amor verdadero.
No se podía reclamar a este filme poesía, ni mucho menos profundidad. Pero sí era de esperar, como poco, un efectismo funcional que nunca llega y que hace al filme saltar de la crónica de escuela de secundaria -que es donde Hardwicke se muestra más cómoda- a escenas de acción -incluso de deporte- francamente inasibles.
La pasión, en el camino, se esfuma. Lo malsano del mundo de ultratumba se intercambia con una propuesta luminosa y fashion bastante contraproducente. Y los efectos especiales, dado el presupuesto, tampoco acaban de dar espectacularidad al conjunto. Y así, todo en Crepúsculo acaba siendo demasiado light.
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