Y si para Dios es fácil la misericordia y el perdón glorioso
¿Por qué amenaza entonces con enojo todopoderoso?...
John Donne
por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
Una mujer irrumpe en el oscuro escenario. Camina lentamente apoyada por un ruidoso aparato médico. El impacto que genera a cualquier edad ver a una mujer sin cabello y en bata de hospital es desgarrador. La mujer interrumpe su caminar y rompe con el silencio adquirido preguntando ¿Cómo estamos hoy?. Se dirige al público y se disculpa por el saludo inquisitivo, pero su situación la ha orillado a escuchar y contestar esa pregunta por los últimos meses. Quien habla es la profesora Vivian Bearing, una brillante instructora de poesía del siglo XVII experta en los sonetos sagrados de John Donne, ahora reducida por el cáncer metastásico de ovarios en etapa cuatro. La mujer sabe que no hay etapa cinco y también, lo dice sin el mayor ánimo de arruinar el final de la obra, sabe que su muerte esta cerca. Así, con el corazón en la mano desde el primer instante, arranca Wit: Despertar a la Vida obra de Margaret Edson ganadora del Pullitzer en 1999, que actualmente se presenta magistralmente en el Teatro Milán.
Más allá de la valiosa dureza a la que el espectador será sometido por el texto, la primera impresión que nos llevamos es la figura de la profesora Bearing, que con ironía y dolor comienza a contar su historia, desde el momento en el que le informan que tiene un tumor insidioso y rebate el verdadero significado de la palabra hasta su muerte. En este viaje por una difícil situación, Edson y el joven pero experimentado director Diego del Rio, analizan la psique de una mujer metódica y por momentos fría, cosa que eventualmente cambiará cuando su enfermedad se hace cada vez más presente. Es ahí, en la decadencia de una persona, en donde radica el principal sentido de la obra y que se indica desde el título de la misma: el despertar a la Vida.
Siempre en la oscuridad, ya sea en los momentos de soledad o en las penosas revisiones médicas, la profesora Bearing descubre poco a poco los placeres de reír, el intrigante deseo de preguntar y aprender, la necesidad de recordar y la insoportable impotencia ante el final de la vida. En el texto, Edson rescata sus épocas como asistente en un hospital especializado en cáncer y contrapone esa realidad con la poesía de John Donne, creando un genuino canto a la vida y a la muerte con toda la belleza que ambas cosas significan. Afortunadamente para la historia, la dirección de Diego del Rio logra expresar todos los sentimientos contenidos en ella en una impecable pieza teatral.
Visitando consultorios, salas de la infancia, habitaciones vacías y pasajes de los textos de Donne (todo esto producto del gran diseño de iluminación de Matías Gorlero y la escenografía de Laura Rode, David Lombrozo y David Ahedo), el director mantiene un ritmo adecuado para la obra en donde el drama y la comedia confabulan para contar una historia de vida. Con un control total, Del Rio atrapa al espectador y lo pone al servicio de su obra; no por nada es considerado como uno de los mejores directores contemporáneos en la escena teatral nacional.
Claro que, sin un cast correcto la obra pudo caer en muchos errores. Afortunadamente este no es el caso y existe un elemento al que no habíamos mencionado pero que, sin duda es el alma de la obra: Paloma Woolrich. La actriz brilla en escena con su interpretación como una mujer vencida físicamente, que se enfrenta a su enfermedad con ira y cinismo, que a veces es su mejor arma. Lejos de limitar la impresión por su cabello rapado, Woolrich se convierte en una paciente con cáncer, una soberbia maestra y una guerrera en espíritu. Hay papeles que cambian la vida, Paloma Woolrich se encontró con uno de ellos y lo aprovechó para dar una cátedra de actuación. Vale también mencionar la hiperactividad del doctor Dresser interpretado por un también hiperactivo y cada vez más estupendo Luis Arrieta, la dulzura y compasión de la enfermera Susie en piel de Marisa Rubio, la intratable profesora cuyo desenlace es conmovedor encarnada por Concepción Márquez y la presencia en dos papeles de Fernando Becerril, completando el magnífico elenco.
Pasado un sueño fugaz, abrimos los ojos a la eternidad y la muerte no será más, muerte tu morirás, dicta un soneto de John Donne (la puesta también funciona para acercarnos al poco conocido autor) que se repite en la obra. Después de que cae el telón y Wit: Despertar a la Vida se convierte en un logro escénico, las palabras de Donne cobran especial significado. Muerte tu morirás; vaya canto a la Vida y al Teatro el que se presenta en la esquina de Milán y Lucerna.
Más allá de la valiosa dureza a la que el espectador será sometido por el texto, la primera impresión que nos llevamos es la figura de la profesora Bearing, que con ironía y dolor comienza a contar su historia, desde el momento en el que le informan que tiene un tumor insidioso y rebate el verdadero significado de la palabra hasta su muerte. En este viaje por una difícil situación, Edson y el joven pero experimentado director Diego del Rio, analizan la psique de una mujer metódica y por momentos fría, cosa que eventualmente cambiará cuando su enfermedad se hace cada vez más presente. Es ahí, en la decadencia de una persona, en donde radica el principal sentido de la obra y que se indica desde el título de la misma: el despertar a la Vida.
Siempre en la oscuridad, ya sea en los momentos de soledad o en las penosas revisiones médicas, la profesora Bearing descubre poco a poco los placeres de reír, el intrigante deseo de preguntar y aprender, la necesidad de recordar y la insoportable impotencia ante el final de la vida. En el texto, Edson rescata sus épocas como asistente en un hospital especializado en cáncer y contrapone esa realidad con la poesía de John Donne, creando un genuino canto a la vida y a la muerte con toda la belleza que ambas cosas significan. Afortunadamente para la historia, la dirección de Diego del Rio logra expresar todos los sentimientos contenidos en ella en una impecable pieza teatral.
Visitando consultorios, salas de la infancia, habitaciones vacías y pasajes de los textos de Donne (todo esto producto del gran diseño de iluminación de Matías Gorlero y la escenografía de Laura Rode, David Lombrozo y David Ahedo), el director mantiene un ritmo adecuado para la obra en donde el drama y la comedia confabulan para contar una historia de vida. Con un control total, Del Rio atrapa al espectador y lo pone al servicio de su obra; no por nada es considerado como uno de los mejores directores contemporáneos en la escena teatral nacional.
Claro que, sin un cast correcto la obra pudo caer en muchos errores. Afortunadamente este no es el caso y existe un elemento al que no habíamos mencionado pero que, sin duda es el alma de la obra: Paloma Woolrich. La actriz brilla en escena con su interpretación como una mujer vencida físicamente, que se enfrenta a su enfermedad con ira y cinismo, que a veces es su mejor arma. Lejos de limitar la impresión por su cabello rapado, Woolrich se convierte en una paciente con cáncer, una soberbia maestra y una guerrera en espíritu. Hay papeles que cambian la vida, Paloma Woolrich se encontró con uno de ellos y lo aprovechó para dar una cátedra de actuación. Vale también mencionar la hiperactividad del doctor Dresser interpretado por un también hiperactivo y cada vez más estupendo Luis Arrieta, la dulzura y compasión de la enfermera Susie en piel de Marisa Rubio, la intratable profesora cuyo desenlace es conmovedor encarnada por Concepción Márquez y la presencia en dos papeles de Fernando Becerril, completando el magnífico elenco.
Pasado un sueño fugaz, abrimos los ojos a la eternidad y la muerte no será más, muerte tu morirás, dicta un soneto de John Donne (la puesta también funciona para acercarnos al poco conocido autor) que se repite en la obra. Después de que cae el telón y Wit: Despertar a la Vida se convierte en un logro escénico, las palabras de Donne cobran especial significado. Muerte tu morirás; vaya canto a la Vida y al Teatro el que se presenta en la esquina de Milán y Lucerna.
Wit: Despertar a la Vida
Wit de Margaret Edson
Director: Diego del Rio
con Paloma Woolrich, Fernando Becerril, Concepción Márquez, Luis Arrieta
Teatro Milán (Lucerna 64, esq. Milán, Col. Juárez)
Viernes 9:00pm, Sábado 8:00pm, Domingo 6:30pm
Fuera de cartelera
Fotografía: Entretenia
Fotografía: Entretenia
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