Hasta los críticos más conservadores aceptarán que el cine de superhéroes, especialmente aquellos basados en cómics y que se estrenan con miras a convertirse en un éxito de taquillas, cambió después de que Christopher Nolan presentara su oscura versión de Batman. Desde entonces, o el éxito de The Dark Knight para ser exactos, ese cine de personajes con poderes extraordinarios y vestuarios en spandex intentó ser más profundo, comenzó a tomarse más en serio a si mismo, quiso ser más solemne. El resultado ha sido un cumulo de películas innecesariamente endurecidas que por más que lo intenten nunca dejan de girar entorno a un personaje inverosímil. Con Deadpool (2016), el más reciente personaje extraído de las páginas de Marvel al cine, la fórmula desaparece y nos encontramos con una película salvajemente divertida e irreverente; justo lo que una película de ese tipo debería ser.
Wade Wilson (Ryan Reynolds) es un ex-operativo de las fuerzas especiales, un bully de tiempo completo, un mercenario por pago y un desastre andando. La cosa no cambia mucho cuando conoce a Vanessa (Morena Baccarin), una prostituta a la que le invita una noche en el bar y posteriormente en una sala de juegos... y en la cama. La vida de Wade parece funcionar hasta que le detectan un tumor en etapa IV, aunque eso podría cambiar si un experimento genético, a cargo de un misterioso tipo llamado Ajax (Ed Skrein) funciona. Después de fingir su muerte, someterse a una serie de pruebas y quedar completamente desfigurado y altamente mutante, Wade ocupará sus nuevas habilidades para cobrar venganza de quien lo transformó en un monstruo antes de confesarle a su novia que no ha muerto y no morirá.
La osadía de llevar al cine al ya de por sí osado Deadpool, creado por Rob Liefeld y Fabian Nicieza, parecía estar destinada al completo fracaso; ¿Cómo llevas a un personaje narcisista y por demás bocón en una época de grandes héroes americanos? La solución quedó en manos del novato director Tim Miller (descrito en los créditos como un títere con sueldo excesivo) y los verdaderos héroes de la historia, los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick, quienes mantuvieron la esencia del personaje y la elevaron a todo el filme.
Como una hija del cine de Matthew Vaughn, aunque aquí hay menos control que en Kick Ass, Deadpool se mantiene a lo largo de sus 106 minutos de duración gracias a la irreverencia fílmica y dramática que posee y, de ser francos, presume arbitrariamente. Escenas ultra violentas, sexo en escena y en cada fecha importante, palabrotas (¿Qué diría el Capitán América?) y un gran uso de referencias a todo, de Wham! a Matrix pasando por Ferris Bueller's Day Off, todo plenamente ejecutado con destreza. La cinta de origen de Deadpool es fiel al personaje y refrescante en cine.
Sí, como si fuera Ricardo III o Frank Underwood, Deadpool rompe la cuarta pared cuando quiere y bromea con el espectador, se burla de los héroes de cómics y del mismo ambiente en el que se desarrolla su historia, mantiene su boca grande (o sea es un hocicon, dirían por aquí) con Batman, Hugh Jackman, Stan Lee y su respectivo cameo, el poco presupuesto de la Fox, los X-Men y un héroe de bolas grandes y peludas cuyo nombre rima con Polverine. Es obvio que los fans de los cómics o simplemente aquellos que tengan un gran conocimiento de la cultura popular quedarán más que encantados con este personaje que, después de su injusto tratamiento en X-Men Origins: Wolverine, regresa por la puerta grande y agitando pistola.
Claro que no estamos ante una película perfecta, sin embargo si estamos ante una película que rompe con el molesto esquema que algunas películas de superhéroes habían adoptado (quizá Guardians of the Galaxy y Ant Man son otras de las excepciones). Hay errores, el excesivo uso del CGI o el desperdicio de algunos personajes secundarios y de otros más que bien pudieron aparecer en el filme por ejemplo, afortunadamente eso queda en segundo plano mientras se ve el filme gracias a una persona, el productor y protagonista del filme: Ryan Reynolds. El hombre que fue Linterna Verde con un pésimo traje generado por computadora y que ya había sido Deadpool con boca cosida y más mutante que nunca, se adueña del personaje con su carisma, justo lo necesario para un personaje de ese tipo. El que en algún momento fuera considerado el hombre más sexy del mundo se enfunda en un traje rojo y deja que sus movimientos y su voz con cierta ironía conduzcan al espectador por ese alocado viaje.
Como en la mayoría de las películas del género, Deadpool tiene la historia y la acción suficiente para seguir en el cine por mucho tiempo. Ojalá se mantenga la irreverencia y la obscenidad de esta primera entrega y así sigamos teniendo a uno de los personajes más genuinos y tramposos del universo Marvel en la gran pantalla. Por cierto, puntos extra a los valientes que hicieron el subtítulaje para México, que el Padre Maciel se revuelque en su tumba.
Wade Wilson (Ryan Reynolds) es un ex-operativo de las fuerzas especiales, un bully de tiempo completo, un mercenario por pago y un desastre andando. La cosa no cambia mucho cuando conoce a Vanessa (Morena Baccarin), una prostituta a la que le invita una noche en el bar y posteriormente en una sala de juegos... y en la cama. La vida de Wade parece funcionar hasta que le detectan un tumor en etapa IV, aunque eso podría cambiar si un experimento genético, a cargo de un misterioso tipo llamado Ajax (Ed Skrein) funciona. Después de fingir su muerte, someterse a una serie de pruebas y quedar completamente desfigurado y altamente mutante, Wade ocupará sus nuevas habilidades para cobrar venganza de quien lo transformó en un monstruo antes de confesarle a su novia que no ha muerto y no morirá.
La osadía de llevar al cine al ya de por sí osado Deadpool, creado por Rob Liefeld y Fabian Nicieza, parecía estar destinada al completo fracaso; ¿Cómo llevas a un personaje narcisista y por demás bocón en una época de grandes héroes americanos? La solución quedó en manos del novato director Tim Miller (descrito en los créditos como un títere con sueldo excesivo) y los verdaderos héroes de la historia, los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick, quienes mantuvieron la esencia del personaje y la elevaron a todo el filme.
Como una hija del cine de Matthew Vaughn, aunque aquí hay menos control que en Kick Ass, Deadpool se mantiene a lo largo de sus 106 minutos de duración gracias a la irreverencia fílmica y dramática que posee y, de ser francos, presume arbitrariamente. Escenas ultra violentas, sexo en escena y en cada fecha importante, palabrotas (¿Qué diría el Capitán América?) y un gran uso de referencias a todo, de Wham! a Matrix pasando por Ferris Bueller's Day Off, todo plenamente ejecutado con destreza. La cinta de origen de Deadpool es fiel al personaje y refrescante en cine.
Sí, como si fuera Ricardo III o Frank Underwood, Deadpool rompe la cuarta pared cuando quiere y bromea con el espectador, se burla de los héroes de cómics y del mismo ambiente en el que se desarrolla su historia, mantiene su boca grande (o sea es un hocicon, dirían por aquí) con Batman, Hugh Jackman, Stan Lee y su respectivo cameo, el poco presupuesto de la Fox, los X-Men y un héroe de bolas grandes y peludas cuyo nombre rima con Polverine. Es obvio que los fans de los cómics o simplemente aquellos que tengan un gran conocimiento de la cultura popular quedarán más que encantados con este personaje que, después de su injusto tratamiento en X-Men Origins: Wolverine, regresa por la puerta grande y agitando pistola.
Claro que no estamos ante una película perfecta, sin embargo si estamos ante una película que rompe con el molesto esquema que algunas películas de superhéroes habían adoptado (quizá Guardians of the Galaxy y Ant Man son otras de las excepciones). Hay errores, el excesivo uso del CGI o el desperdicio de algunos personajes secundarios y de otros más que bien pudieron aparecer en el filme por ejemplo, afortunadamente eso queda en segundo plano mientras se ve el filme gracias a una persona, el productor y protagonista del filme: Ryan Reynolds. El hombre que fue Linterna Verde con un pésimo traje generado por computadora y que ya había sido Deadpool con boca cosida y más mutante que nunca, se adueña del personaje con su carisma, justo lo necesario para un personaje de ese tipo. El que en algún momento fuera considerado el hombre más sexy del mundo se enfunda en un traje rojo y deja que sus movimientos y su voz con cierta ironía conduzcan al espectador por ese alocado viaje.
Como en la mayoría de las películas del género, Deadpool tiene la historia y la acción suficiente para seguir en el cine por mucho tiempo. Ojalá se mantenga la irreverencia y la obscenidad de esta primera entrega y así sigamos teniendo a uno de los personajes más genuinos y tramposos del universo Marvel en la gran pantalla. Por cierto, puntos extra a los valientes que hicieron el subtítulaje para México, que el Padre Maciel se revuelque en su tumba.
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Deadpool
Estados Unidos, 2016
Dir. Tim Miller
con Ryan Reynolds, Morena Baccarin, Gina Carano, T.J. Miller
Duración: 106 minutos
Distribuye: 20th Century Fox México
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