Crítica - Dunkerque


Dunkirk
Dir. Christopher Nolan

por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro

El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar.
Winston Churchill

En los últimos días de mayo de 1940, el pueblo inglés fue testigo de una hazaña. Con el enemigo sobre ellos, la marina británica acompañada por un grupo de navegantes civiles cruzó el Canal de la Mancha (o Canal Inglés, según la perspectiva) para llegar hasta Dunkerque, una pequeña ciudad portuaria al norte de Francia donde más de cuatrocientos mil soldados aliados esperaban su rescate. Atravesando balas, bombas y torpedos, la operación de auxilio logró llevar a sus hogares a más de trescientos mil combatientes; lo que parecía ser una misión perdida se convirtió en un insospechado impulso que llevó al final de la Segunda Guerra Mundial como todos lo conocemos. Ochenta y siete años después, Christopher Nolan, un director que parece salirse con la suya en la mayoría de las veces, logra otra hazaña llevando a la pantalla grande la historia del "milagro de Dunkerque", pues, aunque Dunkerque (Dunkirk, 2017) pareciera a la distancia una película bélica más, en realidad estamos ante un brillante ejemplo de virtuosismo cinematográfico.

Arrancando la acción en las pequeñas y pintorescas calles de un poblado francés, Nolan, un acostumbrado a la grandilocuencia, inicia su relato de forma íntima, siguiendo a un pequeño grupo de soldados en una misión de reconocimiento, sólo que aquí dichos hombres armados no están buscando minas sepultadas o escondites del enemigo, sino cosas con las que sobrevivir: agua en una manguera callejera, colillas de cigarro por terminar o un lugar para hacer del baño lejos de las balas. Interrumpiendo la escena aparecen breves detalles de la situación que atraviesan los soldados, sabemos que están a la espera de un rescate y nada más, el director en una curiosa elección dramática no da más contexto del necesario para entender lo que vamos a ver. Cabe mencionar que, desde esa escena brillantemente fotografiada por Hoyte van Hoytema, el espectador ya entró en el juego preciso que plantea Nolan. Segundos más tarde una ráfaga de disparos descuenta a casi todos los soldados desesperados, salvo a uno, un muchacho pálido y delgado (un prometedor Fionn Whitehead) que huye hasta llegar a una playa desolada con filas de militares. En un espacio de la pantalla se revela uno de los trucos que el director tenía bajo la manga, estamos en Tierra, una semana antes del final.

Minutos más tarde, la película se aleja de Dunkerque y llega a las costas británicas, donde un hombre (Mark Rylance) se embarca con su hijo adolescente (Tom Glynn-Carney) y un joven remolón (atentos a Barry Keoghan) en su pequeño navío hacia la playa francesa, la cinta nos indica que arrancamos en el Mar, un día antes del final. Poco después, la acción se traslada al Aire, una hora antes del desenlace, con los pilotos de Farrier (Tom Hardy, actuando con la mirada) y Collins (Jack Lowden) de la Real Fuerza Aérea Británica volando para ayudar en el rescate en Dunkerque. Con las tramas delineadas para terminar en un punto específico, Nolan se enfrenta ante un reto: lograr que su ambiciosa idea funcione sin complicaciones, especialmente para el espectador. Apoyado en la vertiginosa edición de Lee Smith, el director ejecuta las tramas con maestría, cumpliendo en los tres frentes donde fija su historia.

Contrario a la mayoría de las películas del género, Dunkirk no se centra en la lucha por la patria, no defiende ideales concretos, ignora la hermandad que se genera entre soldados en el frente (incluso no llegamos a conocer los nombres de los personajes que aguardan en tierra manteniendo la impersonalidad propia de la guerra) y demás clichés necesarios del género, ni se interesa en satanizar al enemigo al grado de convertirlo en una figura omnipresente a la distancia, no hay nazis, esvásticas o instrucciones en alemán, sólo hay disparos, explosiones y aviones lejanos. La propuesta aquí es mucho más interna, convirtiéndose en un interesante estudio sobre el heroísmo en tiempos difíciles, pues todos los protagonistas del filme son héroes a su modo, ya sea el grupo de soldados que atemorizados cuyo mayor logro podría ser la sobrevivencia (mención especial para la participación del francés Aneurin Barnard y el ídolo juvenil Harry Styles, debutando en la pantalla con gracia), el trío de navegantes que viaja hasta la Guerra sin aparente presión pero con justificación suficiente y en el camino rescata a un hombre solitario visiblemente trastornado por los hechos que acaba de sufrir (un sólido Cillian Murphy), el capitán que espera sin chistar en el Muelle la ayuda prometida (sí existiera premio a la mejor expresión, debería ir para Kenneth Branagh con una sola escena que cualquiera podría recordar) o el hábil piloto que a ciegas continúa con su misión hasta sus últimas consecuencias. Aunque el espectador lo pueda percibir, el guión no se empeña en exhibe heroísmo, al contrario, los expone como figuras humanas, personas que hicieron lo necesario para vivir o salvar a otros. Ahí otro de los puntos brillantes de Dunkerque, no es una típica película de guerra.


De hecho, si lo pensamos bien, el décimo largometraje de Christopher Nolan es menos una película bélica (si la consideramos así, aún sería de las mejores del rubro en años) y más un thriller a contrarreloj. Con energía e inusitada tranquilidad, el realizador crea una experiencia absorbente, llevando al límite la tensión y la angustia con elementos más allá de lo visual ejecutados con precisión matemática: la ilusión de sonido, una variación del Tono Shepard, que hace parecer que todo va incrementándose, los cortes precisos de Smith en la edición, la impecable ejecución del juego con los tiempos y el afortunado score de Hans Zimmer, colaborador recurrente del director, quién entrega el mejor trabajo de su carrera concentrándose en piezas potentes conformadas por elementos ordinarios como las manecillas del reloj o el eco generado por las contadas explosiones y disparos que retumban en la pantalla. Por si fuera poco, como el gran amante del cine que es, Nolan hace de Dunkerque, un espectáculo que hay que ver en cine.

Filmada en cámaras IMAX de 70mm, salvo algunas escenas y las secuencias en el bote, la cinta (nunca mejor ocupada esa expresión) expande sus capacidades a cada rincón de la pantalla, sustituyendo efectos especiales y trucos por computadora que abundan en la industria últimamente con escenas fascinantes y una sensación de espectacularidad pocas veces vista en el cine, sin importar su género. Experimentando en una sala de cine convencional, el resultado no es el mismo, claro que se mantiene el sentido y la tensión claustrofóbica inherente de la película, sin embargo, la experiencia es diferente, dicho de una forma, a Dunkerque le queda chica una sala de cine. Algo que hace aún más sorprendente lo hecho por Nolan, una suma de recursos manejados con habilidad.

Al final de la película, un retrato bello de uno de los momentos más oscuros de la historia de la humanidad, Nolan ocupa las palabras que el Primer Ministro Winston Churchill dirigió al Parlamento Británico en los primeros días de junio de 1940, en las que avisaba que Inglaterra seguiría luchando en cualquier lugar donde fuera necesario hacerlo: "Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste. Combatiremos en los mares y los océanos, en los lugares de desembarco, en los campos y en las calles, combatiremos en las montañas; no nos rendiremos jamás", decía Churchill con el temple que lo caracterizaba. Las palabras en el filme no salen de las paredes del Parlamento, sino de la voz disminuida de uno de los sobrevivientes de Dunkerque. El discurso que motivó a un país que parecía estar a punto de perder una guerra termina sin mayores especulaciones el brillante relato que Christopher Nolan preparó. Después de ver lo que podría haber sido un proyecto doloroso convertido en una impresionante obra cinematográfica, queda claro que Nolan es una de esas personas que lucha y no se rinde. Que no se rinda jamás.

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Dunkirk
Estados Unidos, 2017
Dir. Christopher Nolan
con Fionn Whitehead, Tom Hardy, Mark Rylance, Kenneth Branagh
Duración: 107 minutos
Distribuye: Warner Bros. Pictures México

Nota del Editor: El libro Dunkerque: La Historia que Inspiró la Película de Joshua Levine (Ed. Harper Collins) y la obra 3 Días en Mayo de Ben Brown (actualmente en temporada en el Teatro Milán de la Ciudad de México) podrían ayudar al espectador a encontrar un poco del contexto que quizá sienta necesario. Posteriormente hablaremos de ambos trabajos.

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