La Dictadura Perfecta
Dir. Luis Estrada
por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
"En esta historia todos los nombres son ficticios. Los hechos, sospechosamente verdaderos. Cualquier parecido o semejanza con la realidad no es mera coincidencia"; con esta leyenda puesta después de presentar una serie de créditos (compuesta casi en su totalidad por instituciones gubernamentales como CONACULTA, IMCINE, los Estudios Churubusco y el Gobierno del Estado de Durango) inicia el más reciente trabajo de Luis Estrada y con tan solo tres renglones, el espectador es advertido de las intenciones que el realizador tiene para los próximos minutos. Sin embargo, lejos de la crítica política que parecía ofrecer en su trailer y poster, La Dictadura Perfecta (2014) es una farsa aburrida y pretenciosa proveniente de la mente detrás de las geniales La Ley de Herodes (1999) y El Infierno (2010).
Después de que el Presidente (Sergio Mayer) cometiera un pequeño gran error con el embajador americano en Palacio Nacional, la Presidencia de la República debe de trabajar en mejorar la golpeada imagen (por lo menos en Redes Sociales) del gobernante. Para eso acudirán a Televisión Mexicana, donde con la ayuda de José (Tony Dalton), el vicepresidente del canal y Javier Pérez Harris (Saúl Lisazo), el máximo conductor de noticias del país, crearan una cortina de humo para que la gente no se fije tanto en uno más de los errores del primer mandatario. Desafortunadamente para el Gobernador Carmelo Vargas (Damián Alcázar), un vídeo donde recibe sobornos de un poderoso narco (Hernán Mendoza) será el elemento ideal para desviar la atención del pueblo por una o dos semanas. Ante esto, Vargas acude a la televisora para pedir una tregua o ayuda para que sus aspiraciones rumbo a las elecciones presidenciales del 2018, no se vean interrumpidas bruscamente. Ahí es donde entrará Carlos (Alfonso Herrera), un aguerrido productor que acepta el trabajo ante la posibilidad de convertirse en el Vicepresidente de noticias.
Con La Dictadura Perfecta, Luis Estrada y Jaime Sampietro, buscan golpear al poder, realizar una seria crítica a los gobiernos de los últimos tres sexenios y acercar a la población (más que a la gente que va al cine) a una realidad que ellos profesan; porque si, La Dictadura Perfecta es un panfleto político filmado en celuloide. En poco más de dos horas (¡dos horas!), los guionistas rodean una trama débil con reconocibles anécdotas de la cotidianidad mexicana; ya sea el "Los mexicanos hacen los trabajos que ya ni los negros hacen quieren hacer" de Vicente Fox, el secuestro de la niña Paulette durante el mandato en el Estado de México de Enrique Peña Nieto o la recreación del rescate de secuestrados que derivó en la aprehensión de Florence Cassez creada por Genaro García Luna en el sexenio de Felipe Calderón. Así, ambos guionistas intentan dar a su absurda versión del país, una sensación de credibilidad que solo hace más visibles todos los errores que el argumento posee.
Con su acostumbrada habilidad para los diálogos pero sin una pizca visible del humor que tenían sus dos películas más conocidas, Estrada filma escenas duras mezcladas con situaciones "cómicas" (demasiado tontas o demasiado inteligentes, como uno lo quiera ver, para funcionar) y las une con una secuencia establecida, pero un tacto inexistente. Los inexplicables 142 minutos de duración solo entregan una serie de gags poco válidos y caprichosamente "funcionales" (¿Por qué el secuestrador de las niñas termina siendo General del Ejército si en cualquier caso trabajaba para el Gobernador y no para el Presidente? y si trabajaba para el Presidente ¿Por qué echarle la mano al Gobernador que el mismo metió en problemas?), en donde la peor inconsistencia es la versión que Estrada ofrece de los empleados de la televisora, aquellos seres superiores "capaces de imponer un presidente en los Pinos". Durante el filme, los personajes de Tony Dalton, Alfonso Herrera y Osvaldo Benavides (curiosamente parecidos a Leopoldo Gómez, Pepe Bastón y Carlos Loret de Mola, empleados de cierta televisora predominante en el país), son el ejemplo a seguir: trabajadores que no aceptan un soborno y que solo cumplen con su parte del trato a cualquier costo. ¿Entonces quien controla a quién? ¿Quienes son los malos? ¿Los competentes empleados de TVMX? ¿Los corruptos gobernantes? ¿O el Pueblo?. ¿Por qué si ellos "controlan la presidencia" y ergo el País, son los fieles trabajadores de cualquier figura política que se les ponga enfrente?. La crítica que Estada plantea, se desmorona conforme conocemos a los personajes y nos inmiscuimos en su ridículo mundo de mentiras.
Sin un personaje entrañable como "El Cochiloco" (Un narco asesino que logró encantar al público en el año del Bicentenario de la Independencia), La Dictadura Perfecta es un catálogo de personajes mal diseñados, actuaciones acartonadas y un colorido juego de pequeñas participaciones (Hola Jorge Poza, Itatí Cantoral, Salvador Sánchez, María Rojo, Gustavo Sánchez Parra, Livia Brito, Ingrid Martz, Sophie Alexander-Katz, Ernesto Gómez Cruz, Juan Pablo Medina, Jorge Zárate, Humberto Busto). Alfonso Herrera, verdadero protagonista de la historia, no tiene la capacidad actoral ni los medios para poder soportar el peso que su personaje demanda, sucumbiendo en sus escenas ante un funcional Osvaldo Benavides. Joaquín Cosío, rompe con la imagen que El Infierno le dejó interpretando a un aferrado político creyente de la legalidad y la honestidad que con todo y sus fallas de lenguaje no supone simular a ningún personaje de la escena política nacional (¿Alguien dijo López Obrador?, porque Estrada, que se ha empeñado en ponerle un nombre y apellido tácito a sus personajes, decide no hacerlo en este caso) cumpliendo de lejos con su misión. Ojalá su papel en la cinta, no aleje de la televisión a Saúl Lisazo porque vaya que le hace falta voltear a la TV y ver las noticias para entender que su fallida versión de un conductor de noticias, no sería soportada ni en una estación de AM. Curiosamente Damián Alcázar realiza un trabajo simplón, en un papel acomodado parecido a los otros 3 que ha interpretado bajo la lente del realizador pero con distinta vestimenta y Sergio Mayer, con dos sublimes apariciones, es quien mejor participa como un presidente guapo, con poco nivel de inglés y que es controlado por la Televisora (Ya entendimos Estrada).
Dos o tres guiños, Itatí Cantoral en su peor reintrepretación de ¿Qué haces besando a la Lisiada?, el spot de Carmelo Vargas casado con una actriz de Televisión (Nos ha pasado) y una buena fotografía, a cargo de Javier Aguirresarobe, no pueden salvar una película como La Dictadura Perfecta que, aún con todo el apoyo que Televisa invirtió en su realización (y que, según Estrada, después retiró porque obviamente ninguna empresa, menos la televisora más importante de Latinoamérica, lee los guiones de los proyectos que va a impulsar, menos si este habla sobre su importante poder) no puede negar la cruz de su parroquia, por más torcida e inclinada que esta esté.
El cuarto poder puede respirar tranquilo, esto no Network: Poder que Mata de Sidney Lumet (Network, 1976), Escándalo en la Casa Blanca de Barry Levinson (Wag the Dog, 1997) o El Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) de Orson Welles; tres buenos ejemplos del gran poder que tienen los medios y como estos pueden manipular a su antojo. Ni siquiera es una creíble o entretenida versión de la sospechosa realidad del país, porque La Dictadura Perfecta (refiriéndonos a la película de Estrada) solo tiene de perfecta la tercera palabra en su título.
Con La Dictadura Perfecta, Luis Estrada y Jaime Sampietro, buscan golpear al poder, realizar una seria crítica a los gobiernos de los últimos tres sexenios y acercar a la población (más que a la gente que va al cine) a una realidad que ellos profesan; porque si, La Dictadura Perfecta es un panfleto político filmado en celuloide. En poco más de dos horas (¡dos horas!), los guionistas rodean una trama débil con reconocibles anécdotas de la cotidianidad mexicana; ya sea el "Los mexicanos hacen los trabajos que ya ni los negros hacen quieren hacer" de Vicente Fox, el secuestro de la niña Paulette durante el mandato en el Estado de México de Enrique Peña Nieto o la recreación del rescate de secuestrados que derivó en la aprehensión de Florence Cassez creada por Genaro García Luna en el sexenio de Felipe Calderón. Así, ambos guionistas intentan dar a su absurda versión del país, una sensación de credibilidad que solo hace más visibles todos los errores que el argumento posee.
Con su acostumbrada habilidad para los diálogos pero sin una pizca visible del humor que tenían sus dos películas más conocidas, Estrada filma escenas duras mezcladas con situaciones "cómicas" (demasiado tontas o demasiado inteligentes, como uno lo quiera ver, para funcionar) y las une con una secuencia establecida, pero un tacto inexistente. Los inexplicables 142 minutos de duración solo entregan una serie de gags poco válidos y caprichosamente "funcionales" (¿Por qué el secuestrador de las niñas termina siendo General del Ejército si en cualquier caso trabajaba para el Gobernador y no para el Presidente? y si trabajaba para el Presidente ¿Por qué echarle la mano al Gobernador que el mismo metió en problemas?), en donde la peor inconsistencia es la versión que Estrada ofrece de los empleados de la televisora, aquellos seres superiores "capaces de imponer un presidente en los Pinos". Durante el filme, los personajes de Tony Dalton, Alfonso Herrera y Osvaldo Benavides (curiosamente parecidos a Leopoldo Gómez, Pepe Bastón y Carlos Loret de Mola, empleados de cierta televisora predominante en el país), son el ejemplo a seguir: trabajadores que no aceptan un soborno y que solo cumplen con su parte del trato a cualquier costo. ¿Entonces quien controla a quién? ¿Quienes son los malos? ¿Los competentes empleados de TVMX? ¿Los corruptos gobernantes? ¿O el Pueblo?. ¿Por qué si ellos "controlan la presidencia" y ergo el País, son los fieles trabajadores de cualquier figura política que se les ponga enfrente?. La crítica que Estada plantea, se desmorona conforme conocemos a los personajes y nos inmiscuimos en su ridículo mundo de mentiras.
Sin un personaje entrañable como "El Cochiloco" (Un narco asesino que logró encantar al público en el año del Bicentenario de la Independencia), La Dictadura Perfecta es un catálogo de personajes mal diseñados, actuaciones acartonadas y un colorido juego de pequeñas participaciones (Hola Jorge Poza, Itatí Cantoral, Salvador Sánchez, María Rojo, Gustavo Sánchez Parra, Livia Brito, Ingrid Martz, Sophie Alexander-Katz, Ernesto Gómez Cruz, Juan Pablo Medina, Jorge Zárate, Humberto Busto). Alfonso Herrera, verdadero protagonista de la historia, no tiene la capacidad actoral ni los medios para poder soportar el peso que su personaje demanda, sucumbiendo en sus escenas ante un funcional Osvaldo Benavides. Joaquín Cosío, rompe con la imagen que El Infierno le dejó interpretando a un aferrado político creyente de la legalidad y la honestidad que con todo y sus fallas de lenguaje no supone simular a ningún personaje de la escena política nacional (¿Alguien dijo López Obrador?, porque Estrada, que se ha empeñado en ponerle un nombre y apellido tácito a sus personajes, decide no hacerlo en este caso) cumpliendo de lejos con su misión. Ojalá su papel en la cinta, no aleje de la televisión a Saúl Lisazo porque vaya que le hace falta voltear a la TV y ver las noticias para entender que su fallida versión de un conductor de noticias, no sería soportada ni en una estación de AM. Curiosamente Damián Alcázar realiza un trabajo simplón, en un papel acomodado parecido a los otros 3 que ha interpretado bajo la lente del realizador pero con distinta vestimenta y Sergio Mayer, con dos sublimes apariciones, es quien mejor participa como un presidente guapo, con poco nivel de inglés y que es controlado por la Televisora (Ya entendimos Estrada).
Dos o tres guiños, Itatí Cantoral en su peor reintrepretación de ¿Qué haces besando a la Lisiada?, el spot de Carmelo Vargas casado con una actriz de Televisión (Nos ha pasado) y una buena fotografía, a cargo de Javier Aguirresarobe, no pueden salvar una película como La Dictadura Perfecta que, aún con todo el apoyo que Televisa invirtió en su realización (y que, según Estrada, después retiró porque obviamente ninguna empresa, menos la televisora más importante de Latinoamérica, lee los guiones de los proyectos que va a impulsar, menos si este habla sobre su importante poder) no puede negar la cruz de su parroquia, por más torcida e inclinada que esta esté.
El cuarto poder puede respirar tranquilo, esto no Network: Poder que Mata de Sidney Lumet (Network, 1976), Escándalo en la Casa Blanca de Barry Levinson (Wag the Dog, 1997) o El Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) de Orson Welles; tres buenos ejemplos del gran poder que tienen los medios y como estos pueden manipular a su antojo. Ni siquiera es una creíble o entretenida versión de la sospechosa realidad del país, porque La Dictadura Perfecta (refiriéndonos a la película de Estrada) solo tiene de perfecta la tercera palabra en su título.
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La Dictadura Perfecta
México, 2014
Dir. Luis Estrada
con Alfonso Herrera, Damián Alcazar, Osvaldo Benavides, Joaquín Cosío, Tony Dalton
Duración: 142 minutos
Distribuye: Alfhaville Cinema
Alfhaville Cinema
Alfonso Herrera
Damian Alcazar
Gustavo Sánchez Parra
Hernán Mendoza
Joaquin Cosío
Juan Pablo Medina
Luis Estrada
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Silvia Navarro
Tony Dalton
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