por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
Decía Jorge Luis Borges que "No pasa un sólo día en el que no estemos, al menos un instante, en el paraíso", la oración además de poética suele ser cierta, de hecho ese paraíso puede llegar a manifestarse en los actos más pequeños o en los más trascendentes. Sin embargo, hay momentos en los que perdemos de vista a ese nombrado paraíso, eso que le da color a la vida. Para el dramaturgo Duncan MacMillan y el actor Jonny Donahoe vale la pena recordar todas esas cosas brillantes, cosa que sucede en la obra Puras Cosas Maravillosas, que actualmente se presenta en el Foro Lucerna todos los miércoles.
Con una estructura viva que aprovecha esa perfecta cámara oscura en la esquina de Milán y Lucerna, la obra cuenta la historia de un pequeño niño de siete años a quien una tarde en la escuela le avisan que su madre está en el hospital. En un silencioso viaje en coche, el padre avisa que aquella mujer había hecho algo estúpido, que le cuesta trabajo ser feliz. Utilizando la imaginación propia de un niño de siete años, el pequeño comienza a hacer una lista de todas esas cosas maravillosas que hay en el mundo. Inicia por el helado, sigue con las guerras de agua, irse a la cama tarde y que te dejen ver la tele, el color Amarillo, cosas con rayas, montañas rusas, gente que se tropieza, etcétera, la lista crece y en la noche de su regreso, la deja sobre la almohada de su madre. A la mañana siguiente no hay un solo comentario sobre la lista, sólo correcciones ortográficas en las hojas de papel que enumeran todo eso por lo que vale la pena vivir.
Con medio círculo de butacas en el escenario y una mochila llena de libros, el pequeño niño y su lista crecen frente a nuestros ojos, sólo que las cosas ya no son tan sencillas como hacer pipí en el mar y que nadie se de cuenta o el espaguetti bolognesa. Después de vivir el primer intento de suicidio de su madre, su adolescencia y el paso por la universidad, el niño ya es un enamorado joven con Nina Simone en la mente y la voz de Christopher Walken en la lista. A lo largo de este encantador unipersonal, MacMillan y Donahoe (con traducción y adaptación de Pilar Ixquiz Mata) aprovechan las ganas de morir de una persona sumida en la depresión para ilustrar todas las cosas que bien podrían evitarlo, todo sin caer en un mensaje melodramático o demasiado optimista.
Dirigida por Sebastián Sánchez Amunátegui e interpretada con especial control por Pablo Perroni, debutando en el teatro de una sola persona, Puras Cosas Maravillosas se establece como un dulce recordatorio inspirado en eso que haríamos por alguien a quien amamos. Entre tantas cosas maravillosas, Perroni es la más brillante. A lo largo de los poco más de 70 minutos que dura la obra sin intermedio, el hombre despojado de todo elemento escenográfico, adquiere la personalidad de un pequeño niño, un enamoradizo joven y un problemático hombre, además logra con éxito romper la cuarta pared e integrar a los espectadores en la obra. No importa si es en el centro del escenario, buscando aprobación entre el público o disfrutando el solo de I'm a Man de Chicago, Perroni y la acertada dirección de Sánchez Amunátegui construyen un ambiente en el que todo funciona genuinamente, pues por momentos, al igual que al protagonista al principio de la obra, la magia de lo que se cuenta y enumera está sujeta a la imaginación del espectador. Dedicación, honestidad, entrega y mucho amor son los elementos obvios que hacen de Pablo Perroni el elemento un millón uno en su lista de cosas maravillosas.
La vida no es fácil y la de nuestro personaje tampoco lo es. Sin embargo, y esto queda evidenciado en cierto momento de la obra, la lista de cosas maravillosas no tiene fin y siempre puede funcionar no importa si quien recibe ese milagro no era el destinatario original. Así como la vida, ese montaje que ilumina el Foro Lucerna está lleno de cosas maravillosas (entre ellas la selección musical) y vale la pena verlas y recordarlas posteriormente. Por cierto ¿Cuáles serían sus cosas maravillosas?
Con una estructura viva que aprovecha esa perfecta cámara oscura en la esquina de Milán y Lucerna, la obra cuenta la historia de un pequeño niño de siete años a quien una tarde en la escuela le avisan que su madre está en el hospital. En un silencioso viaje en coche, el padre avisa que aquella mujer había hecho algo estúpido, que le cuesta trabajo ser feliz. Utilizando la imaginación propia de un niño de siete años, el pequeño comienza a hacer una lista de todas esas cosas maravillosas que hay en el mundo. Inicia por el helado, sigue con las guerras de agua, irse a la cama tarde y que te dejen ver la tele, el color Amarillo, cosas con rayas, montañas rusas, gente que se tropieza, etcétera, la lista crece y en la noche de su regreso, la deja sobre la almohada de su madre. A la mañana siguiente no hay un solo comentario sobre la lista, sólo correcciones ortográficas en las hojas de papel que enumeran todo eso por lo que vale la pena vivir.
Con medio círculo de butacas en el escenario y una mochila llena de libros, el pequeño niño y su lista crecen frente a nuestros ojos, sólo que las cosas ya no son tan sencillas como hacer pipí en el mar y que nadie se de cuenta o el espaguetti bolognesa. Después de vivir el primer intento de suicidio de su madre, su adolescencia y el paso por la universidad, el niño ya es un enamorado joven con Nina Simone en la mente y la voz de Christopher Walken en la lista. A lo largo de este encantador unipersonal, MacMillan y Donahoe (con traducción y adaptación de Pilar Ixquiz Mata) aprovechan las ganas de morir de una persona sumida en la depresión para ilustrar todas las cosas que bien podrían evitarlo, todo sin caer en un mensaje melodramático o demasiado optimista.
Dirigida por Sebastián Sánchez Amunátegui e interpretada con especial control por Pablo Perroni, debutando en el teatro de una sola persona, Puras Cosas Maravillosas se establece como un dulce recordatorio inspirado en eso que haríamos por alguien a quien amamos. Entre tantas cosas maravillosas, Perroni es la más brillante. A lo largo de los poco más de 70 minutos que dura la obra sin intermedio, el hombre despojado de todo elemento escenográfico, adquiere la personalidad de un pequeño niño, un enamoradizo joven y un problemático hombre, además logra con éxito romper la cuarta pared e integrar a los espectadores en la obra. No importa si es en el centro del escenario, buscando aprobación entre el público o disfrutando el solo de I'm a Man de Chicago, Perroni y la acertada dirección de Sánchez Amunátegui construyen un ambiente en el que todo funciona genuinamente, pues por momentos, al igual que al protagonista al principio de la obra, la magia de lo que se cuenta y enumera está sujeta a la imaginación del espectador. Dedicación, honestidad, entrega y mucho amor son los elementos obvios que hacen de Pablo Perroni el elemento un millón uno en su lista de cosas maravillosas.
La vida no es fácil y la de nuestro personaje tampoco lo es. Sin embargo, y esto queda evidenciado en cierto momento de la obra, la lista de cosas maravillosas no tiene fin y siempre puede funcionar no importa si quien recibe ese milagro no era el destinatario original. Así como la vida, ese montaje que ilumina el Foro Lucerna está lleno de cosas maravillosas (entre ellas la selección musical) y vale la pena verlas y recordarlas posteriormente. Por cierto ¿Cuáles serían sus cosas maravillosas?
Puras Cosas Maravillosas
Every Brilliant Thing de Duncan MacMillian y Jonny Donahoe
Director: Sebastián Sánchez Amunátegui
con Pablo Perroni
Foro Lucerna (Lucerna 64 col. Juárez)
Martes 8:30pm
En Cartelera
Reseña publicada originalmente el 15 de Marzo de 2016.
Reseña publicada originalmente el 15 de Marzo de 2016.
Duncan Macmillan
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Sebastián Sánchez Amunategui
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