Fifty Shades Darker
Dir. James Foley
por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
Hace un par de años, los espectadores fuimos testigos de un milagro: la adaptación cinematográfica del libro Cincuenta Sombras de Grey había resultado no ser tan mala como cualquiera podría haber esperado. Con insospechada habilidad, la realizadora Sam Taylor-Johnson había logrado un film promedio lo suficientemente funcional para conquistar la taquilla y vender sus notoriamente detestables sucesoras. Cumpliendo con aquel dicho de que al cliente, lo que pida, llega finalmente Cincuenta Sombras más Oscuras (Fifty Shades Darker, 2017), una cansada secuela que se pierde fácilmente en su desarticulada trama.
Cuando el magnate Christian Grey (Jamie Dornan), que se siente herido, intenta convencer a Anastasia Steele (Dakota Johnson) de que vuelva a formar parte de su vida, ella le exige un nuevo acuerdo antes de aceptar. Pero cuando la pareja empieza a ser más confiada y a tener una cierta estabilidad, aparecen mujeres del pasado de Christian decididas a frenar en seco sus esperanzas de un futuro juntos.
Olvidando el punto en el que terminó la primera película, Cincuenta Sombras más Oscuras se lanza al ruedo sin preocupaciones, consciente de sus graves fallas y dispuesta, al parecer, a explotarlas a lo largo de 115 largos y dolorosos minutos. Esta no es una película seria, no es una película romántica y por momentos ni siquiera parece ser una película; la secuela de uno de los peores libros que hayan dominado las ventas en la historia, es tan mala que parece una parodia de si misma.
Asumiendo el rol de director y quitando la interesante mirada femenina y elegante que había salvado del error a Fifty Shades of Grey, James Foley se nota incapaz de encontrar el tono necesario para llevar la abominable historia llena de subtramas inútiles y momentos absurdos. De hecho es la trama, con un mal llevado trauma infantil que, en teoría, le debería dar sentido al controlador personaje principal y diálogos torpes, dichos sin gracia, la que le da el golpe de gracia al filme, haciendo que ni su fotografía (mediana) y su selección musical (regular) sobresalgan lo suficiente para rescatar una que otra escena.
Dakota Johnson, levemente acomodada en su papel, encabeza un reparto lleno de actuaciones limitadas, ya sea por la irreconocible Kim Basinger en el papel de la mujer que llevó a un pequeño joven al arte del BDSM (arte, tomando la palabra con ligereza), por la perezosa participación de Marcia Gay Harden como la confiada madre de un millonario detestable o el mismo Jamie Dornan, fuera de sí en la mayoría de las escenas, especialmente en aquellas que requieren que muestre un poco de humanidad.
Sí desde Fifty Shades of Grey se podía ver que el fenómeno literario no sería suficiente para vender las películas que de ella emanen, con Fifty Shades Darker se comprueba ello, dejando a la luz una desastrosa verdad para los estudios y los espectadores. Algo ha sido azotado y sumido en la pantalla: la historia de tres de los mayores best-sellers de los últimos tiempos.
Cuando el magnate Christian Grey (Jamie Dornan), que se siente herido, intenta convencer a Anastasia Steele (Dakota Johnson) de que vuelva a formar parte de su vida, ella le exige un nuevo acuerdo antes de aceptar. Pero cuando la pareja empieza a ser más confiada y a tener una cierta estabilidad, aparecen mujeres del pasado de Christian decididas a frenar en seco sus esperanzas de un futuro juntos.
Olvidando el punto en el que terminó la primera película, Cincuenta Sombras más Oscuras se lanza al ruedo sin preocupaciones, consciente de sus graves fallas y dispuesta, al parecer, a explotarlas a lo largo de 115 largos y dolorosos minutos. Esta no es una película seria, no es una película romántica y por momentos ni siquiera parece ser una película; la secuela de uno de los peores libros que hayan dominado las ventas en la historia, es tan mala que parece una parodia de si misma.
Asumiendo el rol de director y quitando la interesante mirada femenina y elegante que había salvado del error a Fifty Shades of Grey, James Foley se nota incapaz de encontrar el tono necesario para llevar la abominable historia llena de subtramas inútiles y momentos absurdos. De hecho es la trama, con un mal llevado trauma infantil que, en teoría, le debería dar sentido al controlador personaje principal y diálogos torpes, dichos sin gracia, la que le da el golpe de gracia al filme, haciendo que ni su fotografía (mediana) y su selección musical (regular) sobresalgan lo suficiente para rescatar una que otra escena.
Dakota Johnson, levemente acomodada en su papel, encabeza un reparto lleno de actuaciones limitadas, ya sea por la irreconocible Kim Basinger en el papel de la mujer que llevó a un pequeño joven al arte del BDSM (arte, tomando la palabra con ligereza), por la perezosa participación de Marcia Gay Harden como la confiada madre de un millonario detestable o el mismo Jamie Dornan, fuera de sí en la mayoría de las escenas, especialmente en aquellas que requieren que muestre un poco de humanidad.
Sí desde Fifty Shades of Grey se podía ver que el fenómeno literario no sería suficiente para vender las películas que de ella emanen, con Fifty Shades Darker se comprueba ello, dejando a la luz una desastrosa verdad para los estudios y los espectadores. Algo ha sido azotado y sumido en la pantalla: la historia de tres de los mayores best-sellers de los últimos tiempos.
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Fifty Shades Darker
Estados Unidos, 2017
Dir. James Foley
con Dakota Johnson, Jamie Dornan, Bella Heathcote, Kim Basinger
Duración: 115 minutos
Distribuye: Universal Pictures México
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