por Alejandro Aleman
Sería hipócrita de mi parte decir lo contrario, pero aquella noche, en aquel cine, fue emocionante y si –aunque suene cursi-, mágico.Todo empezó a principios de 1997, la noticia se confirmaba: George Lucas habría decidido finalmente llevar al cine los tres primeros episodios de la saga de Star Wars. Como todos saben, el inicio de la primera cinta de la saga planteaba una interesante incógnita; la clásica marquesina de letras que se alejaba por el espacio rezaba: “Episode IV: A New Hope”. ¿Episodio 4?, ¿que acaso no estábamos viendo la primera película?, ¿esto querría decir que habría más?
Aunque las primeras copias de la cinta –1977- no tenían esa leyenda, en copias posteriores –cuando la cinta empezó a volverse un fenómeno- se agregó el número de episodio. La razón oficial de esto es porque George Lucas habría declarado que la historia de Star Wars que él originalmente concibió tendría 6 partes (algunas veces se cambia el número a 9), pero ante la poca probabilidad de contar con el dinero (y fuerzas) para filmar tantas películas, Lucas decidió primero contar la historia central, el clímax de la saga: la historia de cómo el joven Luke Skywalker se levanta de su letargo y decide afrontar su destino como último guerrero de la desaparecida orden de los Jedi.
Las explicaciones menos románticas hablan de un muy buen cálculo de mercadotecnia. Cuando la película empezó a generar un inusitado interés, la leyenda “Episode IV”, garantizaba que los fans salieran expectantes de la sala, pidiendo más. La otra explicación, aún más simple, es que –como resultaba evidente- Star Wars está inspirada en los viejos seriales televisivos de aventuras y ciencia ficción, mismos en los que era usual llevar el conteo de capítulos en el título inicial.
Luego de tres excelentes cintas, que adiestraron a toda una generación sobre los modos y filosofía de la fuerza, la pregunta siguió ahí: ¿de qué trataban los episodios I, II y III?, ¿alguna vez el maestro Lucas nos contará esas historias? La respuesta llegó luego de 16 años del estreno de la Star Wars original.
Pero ahora, la industria del cine, los cinéfilos, los fans, los medios de comunicación... todo era diferente a aquellos años mozos de 1977. Lucas ya no era aquel joven loco que renunció a su sueldo de director a cambio de retener los derechos de comercialización y marketing de “esa película loca sobre naves espaciales y gente con nombres raros”. No, estábamos al final del milenio y los estudios Fox sabían que una nueva película de Star Wars se traducía en una sola cosa: dinero, mucho, muchísimo dinero. Asi pues, se dio paso a una elaborada y férrea estrategia de control. La información sobre la trama, los personajes y sobre todo, las escenas de esta cinta se reveló a cuentagotas.
En junio de 1997 nos enteramos que la filmación de esta nueva saga inicia en el mismo lugar donde se filmó la primera Star Wars: Tunisia, al norte de África. El pimer día de filmación, una tormenta azota el lugar, llevándose consigo algunos elementos de la producción: “lo mismo nos sucedió cuando empezamos Episodio I, es una señal de buena suerte”, diría Lucas.
El rodaje fue más bien corto, de apenas poco más de tres meses. Para el 17 de noviembre de 1998, el primer trailer – más bien teaser- fue proyectado antes de tres cintas: The Siege, Wing Commander y Meet Joe Black. El primer gran fenómeno de la nueva era Star Wars sucedió: la gente en tropel compraba su boleto, llenaba las salas donde se veían estas cintas, se maravillaba con el teaser de apenas dos minutos de duración y luego… abandonaba la sala. La gente pagaba su boleto únicamente para ver el trailer de Star Wars, nunca había sucedido algo así. Los dueños de los cines en Estados Unidos, asombrados, metían dos veces el teaser, al principio y al final de la cinta, para asegurar que la gente no abandonara la sala y viera la película por la que originalmente habían pagado. ¡Qué ganas de torturar gente!, ¿o es que acaso alguien aguantó completa Meet Joe Black?
Pero el cine ya no era el único medio por el cual los cinéfilos podíamos ver trailers. El 23 de noviembre de 1998, el teaser de Episode I llega a la red. Pero debo recordarles que en aquellas épocas no había YouTube, las redes eran lentas (¡si, más!), y no era tan común tener internet de alta velocidad en la casa, pero bueno, ¿para eso son las oficinas no? Mediante la herramienta Quicktime, los nerds pudimos bajar el famoso teaser en dos diferentes tamaños (para bajar el de tamaño grande me tardé como tres horas). Lo poníamos una y otra vez, analizábamos detalles, lo corríamos en cámara lenta. Era Star Wars, nuestro Star Wars. Nadie nos vendría esta vez a contar historias, ahora lo vivíamos en carne propia.
Los carteles de la cinta comenzaron a adornar los entonces nuevos parabuses de la Ciudad de México. En la noche se colocaban, para la noche siguiente ya no existían. Grupos de vándalos rompían los gruesos cristales y extraían los posters de los parabuses. La técnica supuestamente consistía en pasar a toda velocidad en dos autos, el primero aventaba un objeto pesado al cristal del parabús (unas bujías amarradas se decía tenían buen resultado), el segundo que perseguía al primero, era el encargado de detenerse y a velocidad relámpago sacar el poster de entre los vidrios. La idea era, por supuesto, distraer a los policías. El colmo de estos robos fue el reporte de una manta espectacular (de tres pisos) que fue robada de la zona de avenida Revolución. Quien tenga ese auténtico objeto de colección merece nuestra admiración tan solo por la osadía.
La Fox anuncia en los Estados Unidos que, para evitar el mercado negro, los boletos para el primer día de proyección no se venderán por adelantado. Lo que nunca calculó la Fox es que la gente empezaría –con meses de anticipación- a acampar afuera de los cines para ser de los primeros en comprar boletos y entrar a la sala, no importando cuando es que ello fuera a ocurrir. Los noticieros de los Estados Unidos se dieron vuelo entrevistando a esa legión de geeks que esperaba en casas de campaña, jugando juegos de rol, con trajes y espadas Jedi. La locura total.
Fox anuncia más controles: la película sólo se podría exhibir en las salas más grandes de cada complejo cinematográfico (al menos en Estados Unidos), y debería de durar por lo menos dos meses en esa sala. Estaba terminantemente prohibido exhibir trailers de otras películas antes de la exhibición. Si el exhibidor quería mostrar la cinta en salas más pequeñas, debía cumplir con el periodo mínimo de exhibición. Cualquier violación a estas reglas daba derecho a la distribuidora de quitar todas las copias del cine y negar la posibilidad de que dicho cine proyectara nunca más alguna otra cinta de Star Wars.
Pero si la histeria no era ya suficiente, para inicios de Mayo llegaron los objetos más preciados en toda cinta Star Wars: los malditos juguetes. Los jugueteros en Estados Unidos no podían abrir las cajas de los juguetes ni ponerlos a la venta hasta el minuto uno del 3 de mayo de 1999. Si alguna tienda violaba estos términos, se le retiraría el producto y se le prohibiría vender cualquier cosa relacionada a Star Wars de por vida. La gente, por supuesto, acampó afuera de las tiendas, mismas que hicieron ventas nocturnas. Los reportes de juguetes agotados comenzaron a llegar a la mañana de ese mismo día. Las compras de pánico tenían un doble motivo, la mayoría de la gente se llevaba al menos dos piezas del mismo juguete: uno para jugar, y otro para guardarlo por siempre en su empaque original. Todos los fans de Star Wars saben cuan valiosas son las primeras ediciones de los juguetes de 1977, así que esperaban poder especular en un futuro con estas piezas y, quien sabe, pagar con las ganancias la universidad de sus hijos.
El colmo de la estupidez mercadológica sucedió con el soundtrack de la cinta, que llegó apenas un par de semanas antes a las tiendas. Si uno iba a Discos Torres (Tower Records, pues!) y cometía el error de leer la lista de temas, te encontrabas con un tremendo spoiler, una de las canciones se llamaba: “La muerte de Qui-Gon Jinn”. ¡Demonios!, ¿quién fue el idiota que permitió esto?. Liam Neeson va a morir.
El día finalmente llegó. Si en 1999 vivías en la Ciudad de México, sólo había un cine decente donde poder ver Star Wars: el General Cinema de Polanco. Una cadena de cines ahora extinta, que era la única que portaba con orgullo en todas sus salas la placa “THX” que certificaba la calidad de su sonido. Ya existía Cinemex, y ya desde entonces presumía su “Sonido Digital”, y si, ya desde entonces era igual de malo que ahora.
El cine ese día era la locura. Prácticamente toda la fauna geek, nerd y cinéfila se había dado cita. Prácticamente todos iban disfrazados de algo: Lukes, Han Solos, Obi-Wans e incluso algunas Princesas Leías pululaban por el lugar. Casi todos llevaban juguetes, las nuevas espadas con luz eran lo In. Aquellos que íbamos vestidos de civiles éramos los extraños del lugar.
Palomitas, refresco, gritos, la sala atiborrada. De repente la oscuridad, el silencio, y cuando el acorde clásico de John Williams inundó la sala, al mismo tiempo que el clásico logo de Star Wars rompió con la oscuridad, todos nos volvimos locos en una ovación increíble, no podíamos creerlo, al fin, estábamos ahí para presenciar la historia, estábamos haciendo historia. A muchos por poco nos ganaban las lágrimas. ¿Por cuánto tiempo nos duraría la emoción?... mala cosa… estábamos a punto de conocer a un engendro llamado Jar Jar Binks…
Publicado en El Universal Blogs
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