Lo mismo pero más extraño; crítica a Chelsea


por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro

House of Cards, Orange is the New Black, The Square, What Happened Miss Simone?, Narcos, Jessica Jones, Chef's Table, Beasts of no Nation, Club de Cuervos, MarseilleCooked... no es necesario mas que entrar a la plataforma de streaming más importante del mundo para comprobar que Netflix lo ha hecho todo en relativamente poco tiempo. Sin embargo, a la empresa dirigida por Ted Sarandos aún le faltaba incursionar en un mercado, el de los talk shows. No importa si es Ellen Degeneres repartiendo regalos a su audiencia o el experimentado Stephen Colbert llegando del cable temático al gran momento nocturno que aún tiene a Jimmy Fallon como rey coronado, el mercado está abierto para todos y Netflix debía incursionar poco a poco en la creación de contenido en vivo. 

No es de extrañar que los ejecutivos detrás de la marca hayan pensado en la comediante Chelsea Handler para depositar en ella toda su confianza en ese arriesgado proyecto a comenzar. Además de tener al menos dos títulos best-sellers y una gira de presentaciones en vivo agotadas (la rutina de stand-up Uganda be Kidding Me también está disponible en la plataforma), Handler escribía y conducía el late show Chelsea Lately en E!, donde las notas amarillistas de Paris Hilton, que después fueron protagonizadas por el clan Kardashian y Hooney Boo Boo, convivían con entrevistas a quienes la conductora llamaba sus amigos y a todos aquellos que necesitaran hacer una parada promocional en el canal. En su ambiente, Handler se movía como pez en el agua y era de esperar que en Chelsea, cuyos nuevos episodios figuran en Netflix tres veces a la semana, la conductora repitiera o incluso mejorara su fórmula y con el apoyo de la compañía, se expandiera a todos los lugares posibles, desafortunadamente, aún con ese toque interesante que rodeaba al proyecto y el probado éxito de su conductora, el resultado no parece estar muy lejos de otros programas del estilo.

Aunque Handler había manifestado previamente que su show rompería con la estructura del late show habitual, lo cierto es que Chelsea no se separa mucho de ello. Sin llamar monólogo al primer monólogo de su show (aquel donde dice que no hará un monólogo) y después de una fallida broma conducida por Chris Martin de Coldplay, Handler inicia con el Secretario de Educación de los Estados Unidos en una plática donde el hombre afirma que un maestro salvó su vida, después aparece Pitbull en escena para hablar sobre la escuela que fundó en Miami y cómo una maestra de teatro lo llevó a ser reconocido por la industria y finalmente, el último bloque del programa es ocupado por una entrevista con Drew Barrymore, quien no hace más que hablar de su relación con la conductora y su extraño gusto por leer el diccionario y buscar las 50 formas de decir la misma cosa. Basta con ver las entrevistas, todas ellas intercaladas por un grupo de sketches sobre Netflix como Universidad (In Chill we Trust es un perfecto lema), para descubrir que Handler ha perdido el toque y no importa que tan interesante es su invitado, el centro tiene que ser, como el nombre del programa lo indica, ella.

En el segundo episodio, la dinámica cambia completamente. El ritmo que había caracterizado a la primera emisión, es modificado por la existencia de bloques documentales de más de cinco minutos que entran a la mitad del programa. Arrancando sin un monólogo (ahora si), Handler lleva directo a su sala a Gwyneth Paltrow en una plática que ratifica el odio generalizado hacia la actriz, para después introducir un vídeo sobre la última visita de Handler a la Ciudad de México, presentada llena de lugares comunes representativos y música tradicional, en donde intenta entrar a una clase de actuación para participar en una telenovela. El sketch, que por momentos recuerda a lo que la misma Handler hizo para Netflix en su brillante miniserie documental Chelsea Does..., se alarga innecesariamente teniendo como único valor cómico el mal español de la conductora que después de su fracaso no olvida burlarse de los dientes de su director de escena.

La misma fórmula se introduce en el tercer capítulo donde, a la mitad de una incómoda entrevista con Chadwick Boseman de Capitán América: Civil War, Handler se enrolla en una torpe clase sobre héroes de historietas y una cena con Chris Evans, un callado Sebastian Stan, Emily VanCamp y un evidentemente torpe y borracho Frank Grillo, donde al mismo tiempo que se hablan de superhéroes y The Revenant ("Solo podía ver a DiCaprio queriéndose ganar un Oscar" dice uno de los invitados) sale a flote la igualdad laboral entre hombres y mujeres. El uso de ese formato a la mitad del programa es poco afortunado y refrescante a la vez, no es un show como Chelsea Lately ni una serie documental como Chelsea Does..., es un híbrido precario en un episodio y poco aterrizado en otro.

Lo bueno con el programa es que, a pesar del primer acercamiento que tiene con el espectador, la ácida y malhablada Chelsea está frente a una envidiable audiencia mundial y no teme pasar ridículos o aceptar su ignorancia frente a ellos. Ahí está la mayor fortaleza del programa: la propia Handler, sin debilidades ni cuentas que pagar.  Sin duda la conductora tiene la habilidad para poder hacer un buen show y también tiene el completo respaldo de aquellos que han logrado hacer todo en tan poco tiempo, de hecho Chelsea tiene más potencial que muchas de las nuevas series del canal. Es cuestión de tiempo para que Handler se acomode a su nuevo trabajo y todo despegue, pues si sólo juzgamos los primeros tres episodios publicados al parecer Netflix dio un paso en falso.

Chelsea se publica todos los míercoles, jueves y viernes en Netflix.

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