The Witch
Dir. Robert Eggers
por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
Pocos hubieran pensado que dentro del sobreexplotado cine de terror se podría encontrar una pequeña película que bien podría reivindicar el género y de paso, lograr su cometido de origen con muy pocos elementos. No se equivocan cuando dicen que menos es más y en su ópera prima, el joven director Robert Eggers trata con elegancia y cautela a ese macabro cuento tradicional que se retrata tan efectivamente en La Bruja (The Witch, 2015), una cinta cuya fortaleza recae en su apuesta narrativa y su brillante ejecución.
La trama es, en apariencia sencilla. Una familia de colonos puritanos es expulsada de su lugar de origen gracias a las creencias religiosas de la sociedad que los rodea. En su exilio, el padre (Ralph Ineson) monta una pequeña granja en los límites de un bosque rumoreado como el hogar de una peligrosa bruja. Después de que el hijo recién nacido del matrimonio desaparece y las malas condiciones de los cultivos afectan a la familia, William, su esposa (Katie Dickie) y sus cuatro hijos restantes, Caleb (Harvey Scrimshaw), los gemelos Mercy y Jonas (Ellie Grainger y Lucas Dawson) y Thomasin, la adolescente hija mayor (Anya Taylor-Joy) enfrentarán al mal de una manera insospechada.
Tomando como punto de partida el miedo a las brujas como representación de la maldad, así como lo hiciera Arthur Miller en su popular alegoría sobre el macarthismo llamado Las Brujas de Salem, Eggers no solo revisa lo que él llama un cuento popular de Nueva Inglaterra, también analiza la condición humana y los miedos de una sociedad que, aunque pareciera haberse quedado en el siglo XVII se siente vigente. A priori, The Witch parece ser una película de género cuya mayor novedad es su arriesgada producción independiente, sin embargo una vez terminada la última escena, el espectador puede comprobar que el sorprendente debut del director americano es mucho más que eso, de hecho es todo lo contrario a las películas que caracterizan al golpeado cine de terror; un filme puntual que no necesita de trucos y sustos fáciles para lograr su cometido: aterrar con lo más básico.
Así como un cazador a su presa, el mal rodea lentamente a la familia puritana, la acecha y espera el momento justo para manifestarse; al igual que el mal, Eggers pone todos los elementos indispensables para que la historia se desarrolle con transparencia. Apoyado en la fotografía de Jarin Blaschke y su experiencia como director de arte y diseñador de producción, Eggers ubica a sus personajes alejados de la realidad, pues no sólo están aislados de la sociedad en su cabaña junto al bosque, también sus creencias religiosas mantienen sus vidas en opacidad. Es ahí, entre madera, mentiras, pasto seco, supersticiones, cabras y niños pequeños, donde poco a poco la relación doméstica se va deformando en un sombrío juego de poder, razón y fe sin control.
Además de su historia, psicológicamente provocadora, Eggers desarrolla un sobrio estilo cinematográfico poco convencional en las películas del tipo. Con el cielo gris o la pasiva llama de una vela encendida iluminando los rostros de los personajes correctamente interpretados por Anya Taylor-Joy y Ralph Ineson, además de una sorpresiva actuación del pequeño Harvey Scrimshaw, el realizador juega con las escenas presentadas y juguetea con escenarios inmorales, en el más bello sentido de la palabra, muestra hábilmente a la bruja de la leyenda que ahuyenta a los pobladores del bosque y ataca agresivamente con secuencias brutales, pone a dos gemelos bajo un hechizo hablado, presenta a un adolescente en pleno apogeo sexual luchando contra un demonio interno bajo fiebre, representa a la figura máxima mal en una forma tan convencional como deslumbrante. Cortando a negros con la estridente música de Mark Korven después del shock provocado, Eggers impone tensión en su oscura y verosímil visión al folklore norteamericano.
Con un final artístico, La Bruja sorprende a todos los fanáticos del género y a los cinéfilos en general. No todos los días podemos ser testigos del nacimiento de una figura que podría ser casi tan importante como lo fue Polanski con El Bebé de Rosemary o William Friedkin en la parte pre-demoniaca de El Exorcista, tampoco es muy común que una película pueda ser calificada con justa razón al lado de ambos clásicos del cine. Con su estupendo debut en el cine, Robert Eggers trae un cuento tradicional a los terrenos del terror interno.
La trama es, en apariencia sencilla. Una familia de colonos puritanos es expulsada de su lugar de origen gracias a las creencias religiosas de la sociedad que los rodea. En su exilio, el padre (Ralph Ineson) monta una pequeña granja en los límites de un bosque rumoreado como el hogar de una peligrosa bruja. Después de que el hijo recién nacido del matrimonio desaparece y las malas condiciones de los cultivos afectan a la familia, William, su esposa (Katie Dickie) y sus cuatro hijos restantes, Caleb (Harvey Scrimshaw), los gemelos Mercy y Jonas (Ellie Grainger y Lucas Dawson) y Thomasin, la adolescente hija mayor (Anya Taylor-Joy) enfrentarán al mal de una manera insospechada.
Tomando como punto de partida el miedo a las brujas como representación de la maldad, así como lo hiciera Arthur Miller en su popular alegoría sobre el macarthismo llamado Las Brujas de Salem, Eggers no solo revisa lo que él llama un cuento popular de Nueva Inglaterra, también analiza la condición humana y los miedos de una sociedad que, aunque pareciera haberse quedado en el siglo XVII se siente vigente. A priori, The Witch parece ser una película de género cuya mayor novedad es su arriesgada producción independiente, sin embargo una vez terminada la última escena, el espectador puede comprobar que el sorprendente debut del director americano es mucho más que eso, de hecho es todo lo contrario a las películas que caracterizan al golpeado cine de terror; un filme puntual que no necesita de trucos y sustos fáciles para lograr su cometido: aterrar con lo más básico.
Así como un cazador a su presa, el mal rodea lentamente a la familia puritana, la acecha y espera el momento justo para manifestarse; al igual que el mal, Eggers pone todos los elementos indispensables para que la historia se desarrolle con transparencia. Apoyado en la fotografía de Jarin Blaschke y su experiencia como director de arte y diseñador de producción, Eggers ubica a sus personajes alejados de la realidad, pues no sólo están aislados de la sociedad en su cabaña junto al bosque, también sus creencias religiosas mantienen sus vidas en opacidad. Es ahí, entre madera, mentiras, pasto seco, supersticiones, cabras y niños pequeños, donde poco a poco la relación doméstica se va deformando en un sombrío juego de poder, razón y fe sin control.
Además de su historia, psicológicamente provocadora, Eggers desarrolla un sobrio estilo cinematográfico poco convencional en las películas del tipo. Con el cielo gris o la pasiva llama de una vela encendida iluminando los rostros de los personajes correctamente interpretados por Anya Taylor-Joy y Ralph Ineson, además de una sorpresiva actuación del pequeño Harvey Scrimshaw, el realizador juega con las escenas presentadas y juguetea con escenarios inmorales, en el más bello sentido de la palabra, muestra hábilmente a la bruja de la leyenda que ahuyenta a los pobladores del bosque y ataca agresivamente con secuencias brutales, pone a dos gemelos bajo un hechizo hablado, presenta a un adolescente en pleno apogeo sexual luchando contra un demonio interno bajo fiebre, representa a la figura máxima mal en una forma tan convencional como deslumbrante. Cortando a negros con la estridente música de Mark Korven después del shock provocado, Eggers impone tensión en su oscura y verosímil visión al folklore norteamericano.
Con un final artístico, La Bruja sorprende a todos los fanáticos del género y a los cinéfilos en general. No todos los días podemos ser testigos del nacimiento de una figura que podría ser casi tan importante como lo fue Polanski con El Bebé de Rosemary o William Friedkin en la parte pre-demoniaca de El Exorcista, tampoco es muy común que una película pueda ser calificada con justa razón al lado de ambos clásicos del cine. Con su estupendo debut en el cine, Robert Eggers trae un cuento tradicional a los terrenos del terror interno.
***+
The Witch
Estados Unidos, 2015
Dir. Robert Eggers
con Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw
Duración: 92 minutos
Distribuye: Universal Pictures México
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