The Hobbit: The Desolation of Smaug
Dir. Peter Jackson
por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
Bilbo Bolsón (Martin Freeman) y Gandalf el Gris (Ian McKellen) lideran la búsqueda para reclamar el reino enano de Erebor, que seria comandado por Thorin (Richard Armitage). Pero para cumplir su cometido, uno de ellos tendrá que entrar a la montaña y enfrentar al temible dragón Smaug (Benedict Cumberbatch), quien prometió acabar con cualquiera que se acerque a su preciado botín.
Hay que iniciar esto como es necesario hacerlo, El Hobbit: La Desolación de Smaug (The Hobbit: The Desolation of Smaug, 2013) es más emocionante que su antecesora. Sin embargo enfrenta grandes problemas y todos tienen un nombre en común: Peter Jackson.
El director tiene en esta entrega un reto por default; superar o por lo menos igualar a lo presentado en la trilogía de El Señor de los Anillos, cuya redonda conclusión ha sido una de las películas más alabadas de este siglo. El problema radica en que esta nueva serie de películas se basa en un solo libro y no en tres, por lo que el filme se expone a escenas alargadas, innecesarias y a otras inexistentes en la historia original.
Ahí Peter Jackson, que ha demostrado ser un mejor organizador que director, comienza a engolosinarse con escenas deslumbrantes pero sin sentido y que solo consiguen el cometido de la bien conocida movida comercial que involucra al filme: alargar la historia para entregar tres películas de más de dos horas y media de duración que logren recaudar la mayor cantidad de dinero posible.
Desde el punto de partida y hasta el visiblemente lejano final, la película ofrece movimientos largos, escenas aburridas y un paso en falso en el final que solo sirve, más que emocionar o antojar, para enojar. ¿De verdad nos sentamos tres horas frente a la pantalla para terminar el año que entra con otra película de la misma duración?.
En cuanto a actuaciones, lo más destacable es la voz de Benedict Cumberbatch como el dragón Smaug, profunda, misteriosa; justo como un dragón debería de sonar. Lo demás, Martin Freeman en un papel mediano y Sir Ian McKellen en algo que dista de ser el Gandalf de la trilogía original y que apenas alcanza para sobresalir.
La película tiene buenos elementos técnicos, la fotografía de Andrew Lesnie, la música de Howard Shore y los trabajos en el diseño de arte, vestuario y edición de sonido son sobresalientes, pero todo esto se pierde cuando se combinan con un extrañamente pésimo trabajo de WETA Workshop, aquellos creadores del Gollum y el King Kong de Andy Serkis, en los trabajos anteriores de Jackson. Los efectos juegan su papel de mala forma, pareciéndose más a un videojuego que a la experiencia fílmica que la trilogía original era.
La segunda de tres películas basadas en una de las obras más importantes del escritor J.R.R. Tolkien, presenta una ligera mejoría frente a su predecesora pero tenemos que aceptar que ya es muy tarde para comenzar a emocionar al espectador; El Hobbit es un viaje fallido.
Hay que iniciar esto como es necesario hacerlo, El Hobbit: La Desolación de Smaug (The Hobbit: The Desolation of Smaug, 2013) es más emocionante que su antecesora. Sin embargo enfrenta grandes problemas y todos tienen un nombre en común: Peter Jackson.
El director tiene en esta entrega un reto por default; superar o por lo menos igualar a lo presentado en la trilogía de El Señor de los Anillos, cuya redonda conclusión ha sido una de las películas más alabadas de este siglo. El problema radica en que esta nueva serie de películas se basa en un solo libro y no en tres, por lo que el filme se expone a escenas alargadas, innecesarias y a otras inexistentes en la historia original.
Ahí Peter Jackson, que ha demostrado ser un mejor organizador que director, comienza a engolosinarse con escenas deslumbrantes pero sin sentido y que solo consiguen el cometido de la bien conocida movida comercial que involucra al filme: alargar la historia para entregar tres películas de más de dos horas y media de duración que logren recaudar la mayor cantidad de dinero posible.
Desde el punto de partida y hasta el visiblemente lejano final, la película ofrece movimientos largos, escenas aburridas y un paso en falso en el final que solo sirve, más que emocionar o antojar, para enojar. ¿De verdad nos sentamos tres horas frente a la pantalla para terminar el año que entra con otra película de la misma duración?.
En cuanto a actuaciones, lo más destacable es la voz de Benedict Cumberbatch como el dragón Smaug, profunda, misteriosa; justo como un dragón debería de sonar. Lo demás, Martin Freeman en un papel mediano y Sir Ian McKellen en algo que dista de ser el Gandalf de la trilogía original y que apenas alcanza para sobresalir.
La película tiene buenos elementos técnicos, la fotografía de Andrew Lesnie, la música de Howard Shore y los trabajos en el diseño de arte, vestuario y edición de sonido son sobresalientes, pero todo esto se pierde cuando se combinan con un extrañamente pésimo trabajo de WETA Workshop, aquellos creadores del Gollum y el King Kong de Andy Serkis, en los trabajos anteriores de Jackson. Los efectos juegan su papel de mala forma, pareciéndose más a un videojuego que a la experiencia fílmica que la trilogía original era.
La segunda de tres películas basadas en una de las obras más importantes del escritor J.R.R. Tolkien, presenta una ligera mejoría frente a su predecesora pero tenemos que aceptar que ya es muy tarde para comenzar a emocionar al espectador; El Hobbit es un viaje fallido.
*+
The Hobbit: The Desolation of Smaug
Estados Unidos, 2013
Dir. Peter Jackson
con Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Orlando Bloom
Duración: 160 minutos
Distribuye: Warner Bros. Pictures México
Película Nominada al Oscar 2014
Película Nominada al Oscar 2014
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