Crítica - Rápidos y Furiosos 8


The Fate of the Furious
Dir. F. Gary Gray

por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro

En algún momento, quizá cuando todos estábamos más preocupados por otras películas, la saga de Rápidos y Furiosos se convirtió en algo importante. Lo que antes fue una película sobre un infiltrado en un poco selecto colectivo de arrancones en Los Ángeles, se transformó casi inexplicablemente en elaboradas secuencias de acción sostenidas por un argumento tan sólido como un hielo en el desierto... pero aquí seguíamos, en algo tan absurdo y divertido que no podíamos dejar de ver.

Así soportamos una bóveda de banco destruyendo las calles de Brasil (Fast Five, la mejor en la serie), el regreso de un personaje muerto justificándose en la siempre confiable amnesia selectiva (Fast and Furious 6, la última película de Justin Lin, resucitador de la serie, como director) y una pelea con llaves y pericos sobre autos destruidos, cuyo resultado valía poco comparado con el emotivo homenaje que lograban hacer a uno de sus protagonistas caídos en la transgresión de la velocidad (Furious 7, breve entrada de James Wan en el universo de los autos tuneados); la realidad no era el mejor aliado de la saga, pero el dinero y los miles de espectadores que llenaron las salas con cada una de las aventuras de Dominic Toretto y sus amigos familia, sí era el mejor aliado para Vin Diesel y compañía. Con dieciséis años rondando en las pantallas, seis películas, un spin-off agregado al canon con juegos temporales, un actor muerto y cientos de autos modificados, llega a las pantallas de cine Rápidos y Furiosos 8 (The Fate of the Furious, 2017), una película que funciona como un espectacular entretenimiento mainstream, a pesar de sus notables fallos.

Después de conseguir su libertad legal, Dominic Toretto (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) disfrutan de su prometida luna de miel en un rincón de Cuba. Su familia está a salvo y el crimen, que tanto los había seducido parece estar en el pasado, sin embargo, cuando una misteriosa mujer (Charlize Theron) obliga a Toretto a traicionar a su equipo para trabajar bajo sus órdenes, todo pierde el control. Ahora, la familia que una vez formaron deberá unirse a Hobbs (Dwayne Johnson) y Deckard (Jason Statham) para seguir a Dominic y descubrir qué pasa con uno de sus amigos y cuáles son las intensiones de esa misteriosa mujer.

Dirigida por F. Gary Gray, responsable del remake de The Italian Job y la brillante Straight Outta Compton, la octava entrega en la saga de Rápidos y Furiosos es tan divertida y absurda como prometía ser. Partiendo de una trama interesante que en segundos se convierte en un mero pretexto para mostrar más persecuciones por ambientes no explorados (al menos no por la prominente franquicia), el filme se mantiene fiel a sus orígenes, sin intentar en ningún momento ser algo más que un churro de grandes proporciones, resultando en ese aspecto, un caso de éxito para todos los que busquen una película en la que el cerebro pueda ir a mínima velocidad por más de dos horas. Sí los fans o cualquier cinéfilo sabe a lo que se enfrenta, The Fate of the Furious no los decepcionará.

Carreras/Persecuciones bien ejecutadas, especialmente en el segmento de apertura en donde, cual película de James Bond, Toretto se enfrenta a un rival en las calles de La Habana, peleas cuerpo a cuerpo funcionales (¡el avión, el avión!) y el brillo de una extraña dupla como la conformada por Dwayne Johnson (¿Hay algún héroe de acción más carismático que The Rock?) y Jason Statham, dueños absolutos del filme y potenciales candidatos a un spin-off que con gusto veríamos, son algunos de los factores que rescatan a la cinta de cualquier agujero dramático u objetivo, de esos que abundan en el guión de Chris Morgan y Gary Scott Thompson.

Desafortunadamente, al menos en el ámbito cinematográfico, Rápidos y Furiosos 8 palidece, incluso frente a sus antecesoras directas. Aunque Gray intenta plasmar su estilo, el resultado se ve entorpecido entre autos modificados, diálogos trillados, estridente música (ahora mezclando EDM con reggaeton) y atractivos traseros femeninos, cuatro de los sellos característicos de la saga, dejando como resultado una dirección monótona en la que la acción y los momentos de intriga apenas salen bien librados. Por si fuera poco, la notable mala relación que hay entre los miembros del elenco, dividen al filme en sectores dónde sí no es por la gracia de The Rock o Statham o la breve aparición de personajes de las secuelas anteriores, no se llegaría a buen término.

Charlize Theron, acostumbrada a ser el centro de atención, sorprende con su personaje, un villano genérico cuyas emociones y motivaciones son tan visibles cómo su aburrimiento en el papel. Theron, a quién vemos conquistando pantallas con Atomic Blonde, ya había participado en una película que parecía ser más tonta de lo que en realidad era, por lo que su rol como una hacker en las sombras no era cosa difícil, lamentablemente, la actriz deja a Imperator Furiosa en casa y aquí desciende casi al nivel (y decimos casi, porque nadie puede llegar a tan bajo nivel) de Diesel, cuyo "carisma" no soporta el cansancio de la pantalla.

Es innecesario repetir que esta no es una película aburrida y que sirve puntualmente como entretenimiento, sin embargo, vale la pena mencionar que este es un buen momento para replantear el rumbo que tomará la saga de aquí en adelante. Es claro que los espectadores nos subiremos a su auto para una novena y décima entrega, los responsables tendrán que decidir sí lo quieren hacer con un rápido auto modificado con partes de otras de otras película o con un coche que comienza a perder potencia, The Fate of the Furious va en la última opción. 

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The Fate of the Furious
Estados Unidos, 2017
Dir. F. Gary Gray
con Vin Diesel, Dwayne Johnson, Jason Statham, Charlize Theron
Duración: 136 minutos
Distribuye: Universal Pictures México

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